domingo, 2 de enero de 2011

El mundo de Serena


CAPÍTULO 3: El secreto del desván. 
1ª Parte: La llave.


A la mañana siguiente, Serena encontró a sus padres desayunando en la cocina. Entro sin saludarlos siquiera, se sentía muy cansada y somnolienta puesto que tras aquel sueño no había podido dormir el resto de la noche. No dejaba de pensar en aquella extraña luz verde y, sobre todo, en aquel muchacho de su sueño. “¿Quién será aquel muchacho?-se preguntaba- ¿Lo conoceré de algo?

- Buenos días Serena- le dijo su padre.

- Buenos días – dijo ella un poco sobresaltada.

- Tienes mala cara Serena, ¿no has dormido bien? – le preguntó su madre.

- No, la verdad es que no he dormido muy bien.

- Ya es hora de que me vaya a trabajar, no quiero llegar tarde, hasta luego- dijo su padre y tras besar en la frente a Serena y a Ángela cogió su maleta y salió por la puerta.

Alonso trabajaba como letrado en el bufete más prestigioso de todo el país. Ganaba grandes cantidades de dinero, pero trabajaba demasiadas horas, salía a trabajar a primeras horas de la mañana y volvía a casa poco antes de la cena, así que Serena y su madre lo veían escasamente.

- Yo también me voy, tengo que ir al supermercado a hacer unas compras, hasta luego hija.

- Hasta luego mamá.

Serena se quedó sola en casa, después de desayunar un vaso de café con leche y unas galletas se dirigió hacía el salón y se sentó en el sofá a ver la televisión. Estaban emitiendo un documental de animales, aparecía una especie de ave que se encontraba en una rama de un árbol acurrucada en su nido, protegiendo de cualquier peligro a sus pequeños huevos.

Pero Serena dejó de prestar atención al documental de animales, se puso a pensar en el sueño que había tenido la noche anterior, intentó recordar todos los rasgos de la cara de aquel muchacho, pero se percató de que no recordaba su rostro claramente. Pensó en aquel medallón, le resultaba bastante familiar, pero no recordaba donde podía haber visto uno igual y finalmente pensó en el desván, nunca había entrado al desván y no sabía lo que había allí porque sus padres siempre mantenían la puerta cerrada bajo llave. Entonces a su mente llegaron pensamientos y preguntas que nunca se había planteado ¿Por qué nunca le habían dejado entrar al desván? Y lo que tenía a Serena más intrigada ¿Ocultarán sus padres algo que no quieren que ella vea? Y sin pensárselo dos veces, Serena se levantó del sofá y se dispuso a buscar la llave para subir al desván.

Buscó la llave por toda la casa, en el salón registró todos los armarios y cajones, incluso debajo del sofá, buscó por la cocina, en el cuarto de baño y por todas las habitaciones de la casa, la habitación de sus padres, la habitación de invitados y en su propia habitación, pero no había ni rastro de la llave. Se acercó a la puerta del desván y la examinó de arriba abajo, era una puerta de madera muy antigua y a juzgar por el tamaño de la rendija la llave debía de ser grande, pero no encontró ninguna pista sobre su paradero.

Finalmente se dio por vencida y se dispuso a volver al salón, pero fijo sus ojos en el mueble de la entrada, era un mueble antiguo de madera más bien pequeño y en la parte de arriba había un espejo, cuyo marco era de la misma madera que la del mueble con unos detalles grabados con forma de enredaderas. Serena ya desesperada estiró el brazo y palpó el borde superior del marco del espejo, había un hueco y parecía ser bastante profundo porque Serena no llegaba a tocar con la mano el final del hueco. Así que fue a la cocina y cogió una silla, la colocó en frente del espejo y se subió en ella, de ese modo Serena pudo introducir la mano y sacar algo metálico que allí había oculto, era una llave grande y antigua. Estaba segura de que con esa llave podría abrir por fín la puerta del desván.



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